El hígado recibe sangre rica en nutrientes y toxinas desde el intestino.
Al pasar a través del hígado, la sangre es filtrada. Durante este proceso las toxinas se transforman en sustancias inofensivas para ser luego eliminadas y proteger al cuerpo de sus efectos dañinos. Los medicamentos, por ejemplo, se metabolizan a través del hígado para que nuestro cuerpo sea capaz de utilizarlos y luego eliminarlos.
Por otro lado, el hígado interviene en el metabolismo (síntesis) y regulación de los niveles de sustancias normales de la sangre como los carbohidratos (la glucosa o azúcar), lípidos (colesterol y triglicéridos) y proteínas. Puede almacenarlos o liberarlos a la sangre según las necesidades y es reservorio de vitaminas, minerales y sustancias para la coagulación.
A su vez el hígado secreta bilis, una sustancia esencial para la correcta digestión. La bilis está formada por ácidos biliares y otras sustancias que colaboran especialmente para absorber sustancias grasas (colesterol, algunas vitaminas, etc.) durante la digestión. La bilis es almacenada en la vesícula biliar. Cuando una comida rica en grasas llega al estómago, se activa la contracción y vaciamiento de la vesícula biliar entregando la bilis al intestino. Si la cantidad de bilis es insuficiente, se genera la sensación de “mala digestión o pesadez”.
Una vez que ha atravesado este proceso, la sangre es devuelta a la circulación general para llevar los nutrientes a todo el organismo.